miércoles, 28 de marzo de 2012

¿Nos hace falta un corrector?


La respuesta es obvia: sí. Pero la pregunta viene al caso porque en un periódico donde impartí un taller en Cancún me hicieron saber que no tenían corrector con el argumento, para desestimarlos,  de que "se metían mucho, chocaban con los editores y atrasaban el trabajo". Tal carencia se detecta con sólo abrir el periódico en cualquier página, e incluso sin abrirlo: continuamente aparecen errores hasta en la portada.
Es como aquel viejo chiste del marido que sorprende a su mujer con el vecino en el sofá y decide tirar el sofá. La corrección de pruebas es un control de calidad que no se puede soslayar o desvincular del proceso editorial en un medio escrito que se respete. Simplemente no se puede.
Eso sí, hay que saber trabajar con los correctores. Apreciar su trabajo en todo lo que vale --lo cual casi nunca sucede-- pero llevar las riendas. Cuanto mejor es un corrector, más puntilloso es, y sí, llegan a atrasar el trabajo por cualquier nimiedad y, a veces por simples caprichos y posturas inamovibles sobre giros y temas donde ni siquiera hay un consenso absoluto entre los cultores de la lengua española, ¿o sería mejor decir el castellano?.
Al corrector hay que dejarlo hacer su trabajo, pero no que establezca las normas. La ecuación es fácil: el corrector propone y el editor dispone. El editor es el responsable; es él quien decide si se cambia un título, una palabra o un pie de foto. La función del corrector consiste en hallar y señalar errores o posibles errores, sobre todo ortotipográficos, y sugerir los cambios. SUGERIR, esa es la palabra correcta. El editor debería aprobar cada cambio sugerido.
Por otra parte, el corrector no debe nunca sugerir cambios que no pueda sustentar. Desafortunadamente, hay muchos correctores “empíricos” que, incluso si son buenos correctores, muchas veces no pueden demostrar que su sugerencia es válida porque no tienen la formación de base y las herramientas que les permitan demostrar que tienen razón. Es común que esto ocurra y la única solución es que las encuentren, las razones, o sea, que revisen las normas, estudien la gramática de la lengua y estén al día con lo que establece la academia y otros expertos y por dónde va el debate. Ni tanto que queme al santo… Un purista de la lengua puede llegar a ser una lata en una Redacción, pero peor es un corrector sin un conocimiento profundo de las normas de uso del español. Terminará invariablemente por crear problemas y fricciones, por un hecho simple: a nadie le gusta que le corrijan su trabajo sin una razón que lo amerite y sin una base sólida. Por el contrario, todos acuden con un corrector que es capaz de explicar por qué esto o aquello no debe escribirse de tal forma. 

¿Corrector de estilo y corrector de prueba son lo mismo?
En inglés es más fácil entender la distinción porque al corrector de estilo se le llama copy editor, o sea, editor de una copia del texto, de acuerdo con la fase del trabajo editorial en que se esté, mientras que al corrector de pruebas se le llama proof reader, lector de pruebas. Lo cual significa que el corrector de estilo modifica el texto, lo edita, puede cambiar oraciones completas, párrafos, cortar, o añadir información, cotejar nombres y datos y trabaja generalmente directo en la pantalla del ordenador, mientras que el corrector de pruebas trabaja preferiblemente sobre un texto impreso, una copia casi final, un pdf en la que se introducirán los cambios necesarios antes de generar el pdf final que se irá a la imprenta. Lo aconsejable es que el corrector de pruebas haga por lo menos dos revisiones del trabajo y se asegure, con el editor, de que todos los cambios sugeridos se introdujeron correctamente.
Un error común es dejar que el diseñador introduzca los cambios sugeridos. Común y nefasto; es más probable es que se generen más errores. Algunos diseñadores gráficos, muchos, con todo respeto para la profesión, son poco menos que analfabetos cuando se trata del uso de la lengua escrita y tienden a introducir errores mientras supuestamente corrigen otros. Jamás debe dejarse al diseñador la tarea sin la presencia necesaria del corrector o el editor. 
Y cierro con lo de poner riendas. La tendencia natural del corrector es a no soltar nunca el trabajo. El error al día siguiente lo señala, lo emplaza y lo desnuda, lo hace visible de la peor manera, y de ahí su reticencia a entregar el trabajo, y a revisarlo mil veces si lo dejan. Así que no hay que dejarlo, sólo exigirle y asumir la responsabilidad colectiva por los errores y trabajar juntos por evitarlos.  


2 comentarios:

  1. Me encanto este post, dibuja la realidad tal como es... Y esa palabra "SUGERIR", claro la deberían de emplear todos los correctores... Por aquí se le extraña mucho a don Julito, pues hasta ahora no he encontrado a un corrector que me sepa explicar el por qué de las "correcciones" que hace... Muy buen tema.

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  2. Muy claro... las palmas a los correctores se las dan los buenos editores...

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